Camp y Arquitectura: en defensa de lo “feo”.
Por Israel Meneses Vélez.
Tomando como vergonzoso análogo aquella
frase surgida del antaño programa de televisión “Los Beverly de Peralvillo”
(1969-1973), me aviento como el “Borras” en este sincero intento de aportar
algo muy parecido a nada, a la discusión sobre la crítica arquitectónica y algo
conocido como el “gusto culposo”, entendiendo esa frase como reflejo de la
ausencia “teórica”, si es que el estrecho campo de la academia permite una
excepción. Como es de suponer, explicar el mundo de las excepciones es una
tarea ardua y dulcemente infructuosa, como aquella acción que realizara el
sátrapa, Francis Alÿs, que inmortalizara en un video titulado “Algunas veces el
hacer algo no lleva a nada”, al caminar pateando un cubo de hielo hasta que
desaparece por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Así
pues, comienzo depositando en esta hoja mi propio cubo gélido.
Este escrito es sobre una fracción de
aquello denominado como “el gusto” aplicado a la arquitectura, más allá de los
tópicos académicos que constantemente eluden a la cultura en la que surgen.
Para comenzar, es necesario considerar que donde se manifiestan
contradicciones, también se esconden respuestas; por lo que más allá que una
justificación, ésta es una advertencia para el lector que gusta de los caminos
rectos, de la falsa ortodoxia.
“Kitsch” y “Camp” son dos conceptos
distintos, pero que suelen rozarse en múltiples ocasiones; es por esa razón,
que se les confunde: siendo su naturaleza distinta, conforman una relación
dialéctica, compleja y sistémica. A decir del Kitsch, creo pertinente retomar el enfoque de Tomas Kulka (Kulka,
2011), en donde define tres condiciones para reconocerlo:
“1. El Kitsch representa un objeto o tema que se tiene comúnmente por bello o
emotivo.
2. El objeto representado es rápida y fácilmente reconocible.
3. El Kitch no enriquece sustancialmente nuestras asociaciones mentales ligadas al
objeto representado.” (Kulka, 2011: 25).
¿Cómo entender esto desde una perspectiva
arquitectónica? Cuando se recurre a la “historia”, entendiendo la palabra como
un tópico y no como un concepto teórico, para retomar la vasta variedad de
imágenes desligadas de un contexto histórico determinado; por ejemplo, cualquier elemento arquitectónico de la
Grecia clásica, y se aplica a otro momento histórico de forma acrítica, el
resultado sin lugar a dudas es Kitsch.
También cuando se retoman elementos de una región geográfica en particular y se
aplican fuera de ese contexto físico, muchas veces el resultado es Kitsch. Si bien, cada uno de estos
ejemplos lleva intrínsecamente las tres condiciones descritas por Kulka, se vislumbra
una característica en común: la descontextualización. Al respecto, Umberto Eco
lo define de la siguiente manera:
“[…] el Kitsch como el estilema extraído del propio contexto, insertado en otro contexto
cuya estructura general no posee los mismos caracteres de homogeneidad y de
necesidad de la estructura original […]” (Eco, 1975: 129).
Otra de las características del Kitsch es aparentar lo que no se es.
Esto se manifiesta en la arquitectura de diversas maneras, ya sea el empleo de
ciertos elementos que aparentan una función estructural y son solamente
ornamentales; o la apariencia de una materialidad que no es, como por ejemplo
el uso de cancelería dorada para aparentar riqueza; el uso de elementos de una
tipología arquitectónica en particular aplicados en otra tipología como cúpulas
de iglesia empleadas en una vivienda, etc. Todas estas características
evidencian en quien lo emplea o paga para su aplicación, una aspiración social.
Si se analiza el contexto económico-social de un país como México, es decir, de
un país con un desarrollo industrial tardío, se podrá observar que las
aspiraciones sociales se encuentran en la propia burguesía nacional dependiente
del capital extranjero; así como en los reacomodos sociales cuando un sector de
la sociedad tiene la ¿fortuna? de ascender en la escala social, cuyo título
popular se conoce como los “nuevos ricos”. Sin embargo, esto es más común en la
clase media, cuya permanente aspiración de subir de nivel económico, la hace
proclive a recurrir a elementos arquitectónicos que en su bajo nivel cultural,
o mejor dicho, que bajo los efectos de la cultura de masas, retoma de la basura
de lo que alguna vez usó la clase dominante.
Existen muchos ejemplos emblemáticos en
México de todo lo anterior. El “Partenón de Zihuatanejo”, residencia del turbio
Arturo Durazo Moreno (Negro Durazo) y construída a principios de los años
ochenta, es un referente obligado. El escaso nivel cultural del Negro Durazo se
vio reflejado en el encargo de esta lujosa residencia que retoma elementos
arquitectónicos de la Grecia Clásica como columnas de orden jónico, frontones
con alto relieves y esculturas de mármol. El jardín posterior y la piscina
recuerdan a la “Villa Adriana”, aunque de menores dimensiones y en vez de estar
rodeada por cariátides, hay una escultura en cada vértice de la rectangular
alberca, la cual remata con un pequeño cuerpo circular rodeado por columnas
jónicas, que recuerdan el “Templo de Venus”, en la misma villa antes
mencionada. Para el propio arquitecto que diseño y construyó esta mansión,
Carlos Carreño Cano, “lo único que vale la pena son las 42 columnas de tipo
jónico con estrías, cubiertas de cantera, el mármol traventino que cubre los
pisos y la escultura de bronce que representa a Fauno, obra de Ponzanelli; lo
demás es chafa y naco” (Proceso, 1988). La participación profesional de este
arquitecto hace cuestionarnos sobre la “ética” profesional y recuerda que la
arquitectura tiene también implícita una posición política.
La arquitectura suele reflejar el nivel
cultural de la sociedad. Basta caminar en cualquier colonia de la ciudad y se
verán ridículas réplicas del “Partenón” o de cúpulas de iglesias de la época de
la Colonia. En la televisión y otros medios de comunicación de masas, se
inculcan y reproducen estos referentes pseudohistóricos. Esta estética es
producto de una cultura de masas la cual “en lugar de surgir espontáneamente
desde abajo, [es impuesta] desde arriba (y no tienen la sal, ni el humor, ni la
vitalísima y sana vulgaridad de la cultura genuinamente popular).” (Eco, 1975:
50). Al respecto se hace evidente la diferencia entre cultura de masas y
cultura popular; pero también la no neutralidad de la primera, ya que tiene fuertes
referentes políticos; por lo cual el kitsch
exige una posición política al recurrir a él o rechazarlo.
¿Qué sucede con el Camp? Resulta muy complejo hacer una definición puesto que hay
opiniones encontradas; sin embargo, me gustaría comenzar con lo más general y aceptado.
El Camp es una sensibilidad peculiar
cuya concepción de los objetos transformados por el hombre es exclusivamente
desde una perspectiva estética, entendiendo a ésta no como el terreno de la
belleza, sino estilística, es decir, en cuanto a su singular identidad. El Camp necesita una superficie para
manifestarse, por ello, no se especializa en el contenido sino en la epidermis,
en lo que se ve. Como es de suponer, lo anterior ha suscitado bastantes
polémicas. Susan Sontag en su escrito “Notas sobre lo ‘Camp’” (Sontag, 1984),
describe el Camp como “artificio”,
“espíritu de extravagancia”, “arte de la exageración”; a lo cual, Carlos
Monsiváis le debate el infortunio de aquella conceptuación, al comparar los
discursos políticos (más de aquellos años anteriores de la década de los años
ochenta, cantados, maliciosamente rítmicos y con la demagogia que aún subsiste)
con una estética Camp (Monsiváis, 2013).
Sin embargo, la propia Sontag aclara que “la sensibilidad camp es no
comprometida y despolitizada –al menos apolítica-.” (Sontag, 1984: 305). Es
decir, que cuando se quiere abordar lo Camp
fuera de una perspectiva estética, se corre el riesgo de confundirlo con algo
de índole político y hasta moral. Esto no significa que el Camp obligue a despojarse uno mismo de una posición política, sino
de anteponerla a su juicio: el camp
es inocente en ese sentido, el kitsch
no. En ese mismo escrito en donde Monsiváis polemiza con Sontag, éste dice: “La
decoración es la tarea clasista más importante, hay que utilizar nuestra
capacidad escenográfica para ocultar cualquier (mi, nuestra) identidad”
(Monsiváis, 2013: 178). Es cierto lo anterior, pero no aplica al Camp, ya que éste es reflejo de una
personalidad que si bien, es exagerada, es singular. Silvia Hueso define la personalidad Camp como “una profunda individualidad
unida a cierto grado de infelicidad: es una personalidad que abraza el
esteticismo, que se aferra a una construcción de uno mismo muy detallada y
hasta extravagante…” (Hueso, 2009: 15).
Se ha hablado de exageración y de
extravagancia, estas dos características pueden remitir al mal gusto, y así es;
sin embargo el “camp afirma que el buen gusto no es simplemente buen gusto; que
existe, en realidad, un buen gusto del mal gusto” (Sontag, 1984: 321). Esta sensibilidad
alterna, evidencia su esencia lúdica, no seria; diría Sontag “El gusto camp es
una especie de amor, amor a la naturaleza humana. Más que juzgar saborea los
pequeños triunfos y las horribles intensidades del ‘personaje’” (Sontag, 1984:
320). Cuando se habla de personaje, es porque se personifica su peculiaridad,
su diferencia; al respecto, y sin temor a las contradicciones, Ana María Amar
dirá que el Camp contiene una
“política de la diferencia” (Amar, 1997: 58). Aquí se develan dos fenómenos: la
sensibilidad Camp y el objeto o
sujeto Camp; entendiendo lo primero
como la mera atracción hacia esta estética, mientras que lo segundo es la
materialidad en la que se manifiesta.
¿Cómo se manifiesta en la arquitectura? Lo
explicaré con algunos ejemplos en la ciudad de México.
Edificio en esquina Viaducto Miguel Alemán e
Insurgentes.
Edificio
“El elote”, vista desde la esquina de
Viaducto Miguel Alemán y Av. Insurgentes.
Imagen:
Google Maps.
Mejor conocido como “El Elote”, este
edificio de oficinas es un buen referente del Camp en la arquitectura. Fue proyectado por el arquitecto Julio
Jaime Fernández Puente y si se analizan otros proyectos suyos como una vivienda
en la calle Nicolás San Juan 1109, Col. Del Valle y otra en Sierra Gamón 335, Lomas de Virreyes (las
fotografías de estas viviendas se pueden ver en la página de internet http://unavidamoderna.tumblr.com),
se adivinará que al menos en diseño, este arquitecto tiene una personalidad muy
peculiar.
Por
encontrarse en una esquina de gran amplitud, este edificio tiene una gran vista
hacia el exterior, pero también atrae la vista de quien se encuentra a su
alrededor por su rala apariencia. Es evidente el exceso geométrico en el que
sobre un gran volumen semi-cilíndrico, unos pliegues sobresalen del
alineamiento mostrando su vértice a nivel horizontal de forma alternada en
columnas verticales. La relación entre macizo y vano es rica en ritmo,
entendiendo a éste no sólo como su alternancia en un plano, sino también por
las sombras que se generan y cambian a lo largo del día sobre el volumen. Es
muy desafortunado el color con el que está pintado el cuerpo circular, ya que es
una imitación pobre del color del aluminio natural. Agregando más ingredientes
al exceso volumétrico, el cuerpo semicilíndrico es coronado por un elemento de
concreto con arcadas que se expanden hacia el exterior y cargan un pretil
estriado, mismo que sirve en su interior de jardinera.
Edificio
“El elote”, vista desde lateral de Viaducto Miguel Alemán.
Imagen:
Google Maps.
Detrás de este gran volumen circular, del
lado de la lateral del Viaducto Miguel Alemán, una entrecalle vítrea a escala
urbana lo separa de otro cuerpo de mayor altura y de otra materialidad fuerte:
ladrillo rojo. Este cuerpo de mampostería se niega a lo ordinario y reserva
como fachada principal un lado ciego con una estrecha oquedad vertical de ocho
niveles de altura sobre uno de sus lados, que es interrumpida por dos cuerpos horizontales
de concreto que sobresalen del alineamiento del edificio. En la parte superior
de este volumen, unos discretos vanos permiten que el macizo de ladrillo luzca
y remate con un vano tras el cual, se distingue una terraza.
Este edificio rechaza toda seriedad y
ortodoxia, por lo que quizá de manera ingenua, ha logrado la extravagancia al
grado de convertirse en el protagonista del crucero conformado por la Av. Nuevo
León y su conversión a División del Norte, así como del Viaducto Miguel Alemán
e Insurgentes, y además la calle José Martí. Su rala apariencia ha fomentado
el sentido lúdico de la gente que habita la ciudad, propiciando que se le
conozca con el mote del “Elote”; con ello evidencia una seriedad fracasada,
pero no un fracaso estético en sí, pues conforma una alteridad estética
singular.
Casa en Prolongación
División del Norte 4464, Col. Prado Coapa.
Fachada
de la “Casa chueca de Villacoapa”.
Imagen:
Google Maps.
Esta vivienda fue construida en el año 1976
y su diseño corrió a cargo del arquitecto Humberto Aguilar Huerta, quien según
una nota de Tamara de Anda para el portal electrónico “máspormás” (www.maspormas.com/ciudad/la-unica-mitica-casa-chueca/),
también proyectó el Deportivo “Casa Popular” en la Delegación Magdalena
Contreras y el Panteón “Jardines del Recuerdo”, en Tlalnepantla, Estado de
México.
La casa está compuesta por varios volúmenes
de 5X5 metros con distinta alineación entre sí con respecto a la calle. Lo
peculiar, es que el ángulo con respecto a la horizontalidad del suelo es de 30°
aproximadamente. Si se observan los vanos que también están inclinados, la casa
da la apariencia de que está inclinada, y esa fue la intensión. Tal excentricidad
es tan evidente, que ya se le ha nombrado a esta residencia como “La casa chueca
de Villacoapa”. Resulta curioso que esta extravagancia es muy común en “Coapa”,
uno de los lugares de la capital con más sensibilidad Camp, aunque en muchas ocasiones se convierte en Kitsch.
Si se observa el predio desde una imagen aérea,
se verá que la planta arquitectónica es completamente ortogonal, por lo que el
problema que puede significar esta inclinación, en realidad es solucionado
abriendo terrazas sobre lo que aparenta ser la azotea, aprovechando también su
orientación al sur; sin embargo en una vista frontal esto no se nota.
Vista
aérea de la “Casa chueca de Villacoapa”.
Imagen:
Google Maps.
El inclinar la vivienda sólo por fines “estéticos”,
la convierte en un artificio, una pícara simulación que ha sido tan exitosa,
que ha fomentado el sentido lúdico en la población y esa es una de las más
nobles virtudes del Camp.
Otros ejemplos.
Imagen
izquierda: Edificio en Av. Ejército Nacional #650, Polanco. Imagen derecha: Edificio
en Cozumel #47, Colonia Roma. Los dos edificios se encuentran en la ciudad de
México.
Fotografías:
Israel Meneses Vélez.
Las fotografías corresponden a dos
edificios distantes entre sí, uno ubicado en la avenida Ejército Nacional en
Polanco y el otro en la calle de Cozumel en la Colonia Roma; sin embargo, los
dos son muy parecidos en cuanto al uso excesivo de elementos geométricos para
enmarcar los vanos. La geometría utilizada es peculiar porque no recurre a
elementos de índole histórico o regional, lo cual los aleja del kitsch. Este exceso formal, se basa en
el ritmo repetitivo entre vanos dramatizados por la tonalidad oscura del vidrio,
el enmarcamiento que sobresale del alineamiento y un macizo menor al vano, pero
remetido de la fachada. La saturación de planos genera claro-oscuros de
interés, pero evidencia un formalismo que se traduce en artificio, es decir, en
voluptuosidad geométrica para el deleite.
A manera de epílogo, es menester recordar
que referirse al Camp, puede ser como
sensibilidad o atracción hacia ello, o bien como sujeto u objeto representado.
En este caso fue del objeto arquitectónico. Considero que no existe ni debiera
existir un método o algún tipo de instrucción para la producción del Camp en la arquitectura al menos, ya que
éste se da de manera fortuita, cuasi ‘patafísica,
y como tal corresponden a excepciones que le confieren a los objetos una
singularidad que las alejan de lo ordinario. Por ello, debe de haber un
acercamiento patateórico que los
explique y ayude a valorarlos desde una perspectiva crítica. Éste, fue sólo un
intento.
Bibliografía.
Amar,
Ana María, “El placer de seducir: Kitsch vs. Canon: en Kipus, Revista andina de letras, Corporación Editora Nacional, UASB-Ecuador,
1997.
Eco,
Umberto, Apocalípticos e integrados ante
la cultura de masas, Editorial Lumen, Barcelona, 1975.
Hueso
Fibla, Silvia, “Laberintos teóricos de lo Camp”, en: Actas del II Congreso
Internacional “Cuestiones Críticas”, Centro de Estudios de Literatura
Argentina, Rosario, 2009.
Kulka,
Tomas, El Kitsch, Casimiro, Madrid,
2011.
Monsiváis,
Carlos, Días de guardar, Era, México,
2010.
Proceso, Archivo digital, 26 de noviembre de 1998, en:
http://www.proceso.com.mx/151778/demanda-hasta-pago-por-danos-y-perjuicios
Sontag,
Susan, Contra la interpretación y otros
ensayos, Barcelona, Seix Barral, 1984.
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