El tianguis de las torres y su
contexto inmediato es una muestra de la capacidad que tienen los seres humanos para
sobrevivir en escenarios desfavorables. Se encuentra sobre la avenida Eje 6 Sur
o Avenida de las Torres en la delegación Iztapalapa y debe su nombre porque se encuentra en la “zona de
seguridad” que se ha restringido al paso no tan sólo humano, sino también a cualquier
tipo de follaje alto que pueda en algún momento dañar el cableado eléctrico que
cargan las torres. Son ya conocidas aquellas imágenes en el bosque por ejemplo,
en donde un ancho camino es “rasurado” para que pasen las torres. Sin embargo
lo que sucede en esta zona es muy singular. El camino de las torres representa
un terreno vacío en medio de la avenida. A falta de espacios que promuevan la integración, los vecinos de esta zona se han apropiado de estos espacios
yermos, aún cuando el peligro de estar debajo de cables de alta tensión es
evidente.
Fotografía: Israel Meneses V.
Fotografía: Israel Meneses V.
Todos los domingos se pone el
tianguis. El sonido de los “marchantes” y los vendedores de “chácharas” es
acompañado y a veces reducido por el sonido de la electricidad que llevan los
cables justo arriba de las personas. Apenas en el 2012 se inauguró muy cerca el
parque “Santa Cruz Meyehualco”, sin embargo aún así no se ha dado solución a la
falta de eso que tanto se ha conceptuado como “espacio público”.
Fotografía: Israel Meneses V.
Esta zona además, es famosa por
los asaltos a la luz del día: “recuerdo que iba con mi madre y veíamos cómo los
rateros abrían los coches con toda naturalidad y posteriormente se atravesaban la
avenida y se escondían en la colonia Vicente Guerrero…” me dice mi amigo
mientras caminamos en esa zona, pero ya vacía, ya sin el tianguis. Dimos un
rápido paseo. Las huellas del tianguis se veían en el suelo terroso e infértil.
Un acetato roto, un balón ponchado, corcholatas de refresco y cerveza, etc.
Fotografía: Israel Meneses V.
Fotografía: Israel Meneses V.
Nos arriesgamos a dar un paseo
por la colonia “Renovación”, aledaña a este terreno y vimos una escena
surrealista: cada casa es una bodega de reciclaje, se pueden ver montañas de
antiguos televisores, de monitores de computadora, etc. Esos montículos a veces
obstruyen las calles y hay que hacer movimientos intrépidos en auto para
sortearlos, porque sí, ahí nos metimos en auto. “Mi hermano siempre me decía
que abriera bien los ojos, por cualquier cosa”, me recuerda una amiga cuando
hablamos de los peligros cotidianos en la zona.
Después de dar una vuelta en
auto, volvimos a regresar al espacio donde se pone el tianguis y tomamos las
últimas fotos. Nos despedimos de aquel lugar, sorprendidos por la capacidad de
sobrevivencia que tenemos, aún cuando la incapacidad, la ignorancia y la
violencia del Estado dibujan los escenarios más adversos.
Fotografía: Israel Meneses V.
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