Era un martes 5 de abril de 1932, nada
extraordinario sucedía en la ciudad de México. No fue sino hasta las 11 de la
noche, cuando en el interior de una cantina ubicada en la planta baja de un
edificio con el número 32 de la avenida Madero, una gresca se tornaba cada vez
más violenta; en ella estaban involucrados los hermanos de origen español Ángel
y José Peláez Villa y el reconocido trovador yucateco Guty Cárdenas. Se dice
que una de las causas que desató aquella riña fue un juego de vencidas en donde
el trovador se llevó la singular victoria (Gonzaga, 2007: 68). Al no soportar
las burlas del vencedor, José Peláez estrelló una botella vacía sobre el rostro
de Guty, quien en medio de la confusión y el asombro, sacó una pistola y disparó
dos tiros hacia su oponente, siendo uno sólo el que diera en el blanco. La
respuesta fue despiadada, José también sacó su revólver y disparó en ocho
ocasiones hacia el trovador. El desenlace fue fatal: fueron cuatro los tiros
que le dieron muerte al intérprete de “Chulos ojos” y “Ojos tristes”; de esta
manera, Guty Cárdenas no miró la vida más.
El
cuerpo de Guty Cárdenas en el Salón Bach el 5 de abril de 1932.
Fuente: Archivo
Casasola, Fototeca Nacional, INAH.
Bohemia
Fachada del Salón Bach.
Fuente: Pérez Gay Rafael et al., Ciudad, sueño y memoria, México, Cal y Arena, 2013.
A decir de aquella cantina en donde se
desarrolló este lóbrego incidente, fue el Salón Bach. Si bien, cambió su sede
en algunas ocasiones, siempre fue en torno a la avenida San Francisco, hoy
Madero. Por el Salón Bach desfilaron los escritores que sombríamente recibieran
a la modernidad mexicana: los decadentistas. Estos escritores llevaban una vida
bohemia y llena de excesos, en la cual la ciudad se convirtió en una
protagonista más; sus estimuladas caminatas nocturnas y errabundas visitas a
cantinas y burdeles así lo demostraron. En 1898, José E. Valenzuela y L’enfant terrible y malogrado Bernardo
Couto Castillo, tan comparado con Arthur Rimbaud, fundaron la Revista Moderna
(1898-1911), heredera de la Revista Azul y parteaguas de la literatura moderna
en México, excelsamente ilustrada por Julio Ruelas. En ella brotaron los
empalagosos versos de la poesía “dandiana”, afanosa y enamorada de la femme fatale como esa que escribiera
Francisco M. Olaguíbel:
“No castas hermosuras ni rostros de
princesa,
ni ojos donde brille la luz de la
ilusión.
satánicas beldades, perfiles de faunesa,
y trágicas pupilas de ángel en rebelión.
No bocas ideales de sonrosada fresa
en donde tiemble el ósculo gentil de la
pasión.
Boca sensual y lúbrica que muerde cuando
besa
con labios encendidos, -flores de
tentación-.
Amores ardorosos, vibrantes y soberbios
de donde brote el canto sonoro de los
nervios,
hechos de fibra y fósforo, de médula y de
luz.
Y sea nuestra musa como un súcubo pálido
que ahogue nuestras vidas entre su abrazo
cálido
mientras sucumbe el Sueño clavado en una
cruz.”
No resulta difícil imaginar a estos
poetas en el Salón Bach, en plena estimulación brindando y declamando sus
poesías entre salpicaduras de cerveza y gritos apasionados. Ciro B. Caballos
recordará en sus memorias:
“Los
poetas y literatos que formábamos la agrupación entonces modernista
frecuentábamos noche a noche y día a día ese lugar. Allí trincábamos nuestros
vasos de cerveza «blanca» color de ámbar o negra como líquida obsidiana, cuando
estábamos de paz o disputábamos y reñíamos si los vientos que soplaban no eran
los de la fraternidad y el amor.” (Ceballos, 2006: 71)
Por esos años el Bach se encontraba
ubicado “enfrente de la doraduría de Claudio Pellandini […] en la avenida San
Francisco” (Ceballos, 2006: 69), hoy la esquina de Madero y Bolívar. Iniciando
la tercera década del siglo XX, cambiaría su sede al número 32 de Madero. Con
el pasar de los años, los asiduos a esta cantina dejaron de ser aquellos
escritores, su lugar lo ocuparon personajes de otra bohemia como cantantes y
actores, ya que como bien señalara Héctor De Mauleón, para esos años la “poesía
ya no estaba de moda, o no lo estaba, al menos, de la misma forma. La encargada
de moldear ahora el paisaje sonoro de la urbe era una estación de radio: la
XEW” (De Mauleón, 2015).
Arquitectura
La decoración del Salón Bach se
distinguía por las molduras en los plafones y la parte superior de los muros,
pero algo que lo caracterizaba eran los murales al fresco. Para su realización,
el dueño del edificio acudió en 1930 a un joven brillante, un estudiante de
arquitectura llamado Juan O’Gorman. Como él mismo recordaría, ésta sería su
primera obra mural:
“[…]
había una cantina denomina [sic] el
Salón Bach. Allí me encomendó pintar varios frisos, murales al fresco con
flores y motivos mexicanos decorativos, con leyendas alusivas a la venta de
bebidas alcohólicas que allí se expedían. Los pinté con mucho agrado porque fue
el primer fresco que ejecuté cuando todavía era estudiante de la escuela
profesional.” (O’Gorman, 2007:81)
Fragmento
del mural de O’Gorman en el Salón Bach.
Fuente: Rodríguez Prampolini, Ida, Juan O'Gorman, arquitecto y pintor,
México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983.
Fragmento
del mural de O’Gorman en el Salón Bach.
Fuente: Rodríguez Prampolini, Ida, Juan O'Gorman, arquitecto y pintor,
México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983.
Habría que recordar además, que el dueño
del inmueble en donde se encontraba el Salón Bach, había sido también su
diseñador: el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, por lo que el nombre de esta
edificación fue “Edificio Santacilia”. Se proyectó en 1925, y con él, su autor
prueba por primera vez en su profesión el Art
Decó (Garay, 1982: 60). El uso de abocinamientos en línea recta y el
enmarcamiento estratégico y compositivo de algunos ventanales por medio del
ochavamiento en las esquinas superiores, son elementos que distinguieron a este
edificio. Al ser construido en su totalidad con concreto armado, tenía la singularidad
de tener un enorme claro de 11 metros paralelo a la fachada, en cuyo interior
se proyectó una planta libre en cada uno de sus 7 niveles para dar plena
libertad de alojar oficinas.
Si bien, la planta de acceso la ocupaba
el Salón Bach, en el primer nivel se encontraba el Muestrario de la
Construcción Moderna, empresa por cierto, de Obregón Santacilia, dedicada a la promoción de herramientas,
accesorios y materiales destinados a la construcción en aras de esa promesa
llamada “modernidad”. En este nivel el entrepiso era mayor que los demás, permitiendo
que en el amplio espacio se organizaran conferencias y exposiciones en donde se
mostraba la nueva arquitectura que se estaba produciendo en el país (INBA,
1981: 53).
Fachada
del Salón Bach. En el nivel superior se alcanza a leer “Muestrario de la
Construcción Moderna. Fuente: Pérez Gay Rafael et al., Ciudad, sueño y memoria, México, Cal y Arena, 2013.
Fachada del Edificio Santacilia.
Fuente: Pérez Gay Rafael et al., Ciudad, sueño y memoria, México, Cal y Arena, 2013.
Dos
meses después del asesinato de Guty Cárdenas, el 20 de julio de 1932, el
Muestrario, bajo la dirección de Obregón Santacilia, publicó una convocatoria
en la que invitaba a arquitectos e ingenieros del Distrito Federal, a
participar en un concurso para el proyecto y construcción de una Casa Obrera
Mínima. Dicho concurso fue un parteaguas en la concepción de los espacios
habitables que requería la creciente clase obrera mexicana, ya que no tan sólo
fue de los primeros en su clase, sino también en donde se definió el programa
arquitectónico necesario en aquel entonces, así como los procedimientos
constructivos para la construcción de vivienda social en el país. El jurado
estuvo integrado por el arquitecto Guillermo Zárraga, entonces director de
Obras Públicas del Departamento Central del Distrito Federal; el arquitecto
Carlos Obregón Santacilia director del Muestrario; un arquitecto representante
de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos y un ingeniero representando al Centro
Nacional de Ingenieros.
Los
resultados de aquel concurso fueron:
Juan
O’Gorman, premio Ex Aequo;
Augusto
Pérez Palacios, Tercer lugar Bis;
Carlos
Tarditti, Tercer lugar;
Enrique
Yañez, Segundo lugar;
y Juan
Legarreta, Primer lugar.
El
premio consistió en la entrega de de $1,000.°° y en la construcción de esta
vivienda experimental, en la colonia Moctezuma, sobre la calle Emilio Carranza.
Fue así como el primer modelo de vivienda obrera moderna construida en serie,
fue construida en la ciudad de México en 1932; y a través de su
materialización, entre los años 1933 y 1934, se construirían las primeras dos
colonias obreras modernas en la misma ciudad: la Colonia Aarón Sáenz en
Balbuena y la Colonia Plutarco Elías Calles en San Jacinto (en los alrededores
de lo que hoy se conoce como el Casco de Santo Tomás).
Lámina del Primer lugar del concurso de la Casa Obrera Mínima.
Fuente: El Arquitecto , IIa Etapa, Vol. II, 1932, México D.F. Archivo de Arquitectos Mexicanos, Facultad de Arquitectura, UNAM.
Casa Obrera Mínima construida en la Colonia Moctezuma en 1932.
Fuente: El Arquitecto , IIa Etapa, Vol. II, 1932, México D.F. Archivo de Arquitectos Mexicanos, Facultad de Arquitectura, UNAM.
El
Salón Bach fue cerrado quizá por ese incidente, o porque el edificio fue
modificado a los pocos años de haberse construido y posteriormente demolido.
Sin embargo, hace unos cuantos años, se abrió un nuevo Salón Bach en el número
17 de la calle de Bolívar, en el centro de la ciudad de México. Su mobiliario y
la decoración en general, me recuerdan aquella noche del 5 de abril de 1932.
Bibliografía
Ceballos, Ciro B, Panorama mexicano 1890-1910 (Memorias), México,
UNAM, 2006.
De Mauleón, Héctor, “Bocas de púrpura encendida”, Revista Nexos, Sociedad, Periodismo y Literatura, México, septiembre de 2015.
Garay Arellano,
Graciela de, La obra de Carlos Obregón
Santacilia, Arquitecto, México, SEP-INBA, 1982 (Cuadernos de arquitectura y
conservación del Patrimonio Artístico, 6).
Gonzaga y
Armendáriz, Luis, “Cómo fue el asesinato de Guty Cárdenas, un ídolo”, UADY,
Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, octubre de 2006/marzo de 2007,
volumen 21, número 239-240, pp. 44-61.
INBA, Testimonio Vivos. 20 Arquitectos, México, SEP-INBA, 1981 (Cuadernos
de arquitectura y conservación del Patrimonio Artístico, 15-16).
Pérez Gay Rafael et al., Ciudad, sueño y memoria, México, Cal y
Arena, 2013.
Rodríguez
Prampolini, Ida, Juan O'Gorman,
arquitecto y pintor, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas,
1983.
Una crítica constructiva, usted verá si le hace caso o no. Me parece que es interesante la manera de enlazar un acontecimiento histórico que además no es conocido para describir la arquitectura del momento lo que si creo que hace falta es valerce del mismo acontecimiento para entender la sociedad, la economía y la política para entender la arquitectura como una manifestación de toda esa temporalidad social.
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