La
caravana migrante cuyo origen ha sido Honduras, ha evidenciado el racismo y la
xenofobia que impera en México, y que por ser ignorada, consentida y minimizada
se ha reproducido al grado que ahora se pueden escuchar frases como: "Inmigrantes indeseables", "No a la invasión", "Fuera invasores", etc. ¿Qué se puede esperar de
ello en un contexto en el que los discursos racistas y xenófobos se han
cotidianizado? No sólo es a través de gritos que se reproducen estos discursos,
sino también en forma de chistes aparentemente “inocentes” o comentarios bajo
la premisa: “yo no soy racista, pero…”. En este texto pretendo mostrar hasta
dónde se puede llegar si se continúa minimizando esta situación, a través de un
oscuro episodio sufrido en México a principios del siglo XX y que la historia
oficial ha ocultado.
"No sé quién mordería mi cartulina; si un chairo o uno de la #CaravanaMigrante... Porque resulta que ambos tienen Hambre", fotografía de la marcha a favor del nuevo aeropuerto, CDMX. Autor: @FranciscoTequil.
A
mediados del siglo XIX fueron descubiertos varios yacimientos de oro en
California, Estados Unidos; lo que impulsó la contratación de mano de obra con
pocas pretensiones económicas, todo ello en un contexto de tráfico de personas,
que aunque ya estaba prohibida la trata de esclavos, aún se realizaba bajo la
figura del “contrato” de trabajadores. La región de donde se “obtenían” estas
personas fue la India y China principalmente, a las cuales se les conoció como Coolie o culíes. Esta migración forzada,
por así decirlo, fue impulsada por la grave situación económico-social que se
vivía en China particularmente, ocasionada por las “Guerras del Opio”. La contratación
de trabajadores aumentó con la construcción de las vías del ferrocarril, que
conectó estos territorios explotados con la costa este de los Estados Unidos.
La estancia de la comunidad china en este país fue complicándose con los años y
recrudecida por la crisis económica de 1870, misma que generó un movimiento
anti-chino con evidentes matices raciales acusándolos de “robar empleos a los
blancos”, de ser “serviles”, “sucios”, entre otras cosas (Botton, 2008: 479).
En 1882 fue prohibida la inmigración de chinos a Estados Unidos por medio de la
ley “The Chinese Exclusion Act”, lo que obligó a los trabajadores chinos a
buscar refugio en otros países de América.
La
política económica de Porfirio Díaz en México a fines del siglo XIX, fue
ofrecer los recursos naturales a la inversión extranjera. Con ello no sólo se propició
la llegada de la burguesía exterior, sino también la necesidad de contratar
mano de obra a muy bajo costo. Si a ello se le añade la necesidad de poblar algunas
regiones desiertas en el interior del país, México se convirtió en tierra favorable
para la migración china. De esta manera no sólo llegó la primera caravana de
chinos al país, sino también se importaron los prejuicios raciales de Estados
Unidos.
Si
bien, se hizo necesaria la contratación de trabajadores internacionales; es
menester recordar que en general el estado y la burguesía nacional consideraron a esta comunidad
en particular como última opción, tal y como se comprueba en 1884 con la inauguración
del primer viaje a “Oriente”, en el cual la “Compañía Mexicana de Navegación
del Pacífico” instó al estado a pagar 65 pesos por cada europeo que trajera,
mientras que por cada chino pidió 35 pesos (Treviño, 2005: 424).
Al
igual como sucedió en Estados Unidos, en México pronto se hicieron visibles los
prejuicios raciales y xenófobos (sinofobia, en este caso en particular). En 1891
por ejemplo, el diario El Economista
Mexicano publicó un texto en el que justificaba esta discriminación a la
comunidad china de la siguiente manera: “considerado en su físico, en su moral,
sus hábitos, su monstruosa lengua […] se
comprende la animadversión general e instintiva en contra suya” (Botton, 2008:
480). Se debe señalar, que el Estado fue partícipe de este “sentir” anti-chino
al tolerarlo, al grado de que a pesar de las quejas que hicieron el gobierno
chino y británico ante el maltrato y la discriminación a esta comunidad, el
gobierno mexicano lo negó (Treviño, 2005: 424-425).
"Inmigrantes indeseables", Movimiento Nacionalista Mexicano, fotografía de la marcha a favor del nuevo aeropuerto, CDMX. Fuente: La Razón de México. https://www.razon.com.mx.
En
el norte del país comenzaron a surgir campañas anti-chinas cada vez más
violentas y auspiciadas por los periódicos locales en los cuales la imagen del
inmigrante chino fue de “instrumentos del infierno”, “amenaza amarilla”, “raza
inferior”, “amorales” y “perversos” (Treviño, 2008: 689). Fue así como a
principios del siglo XX se conformaron comités anti-chinos, cuyos propósitos, según
el historiador Javier Treviño Rangel, se pueden resumir en tres puntos:
1.
Alertar al país del peligro que representaba la comunidad china.
2.
Defender la raza y la patria.
3.
Exigir al gobierno endurecer su política migratoria para “controlar” y “contener”
a los inmigrantes chinos (Treviño, 2008: 689).
El
racismo y la xenofobia no fueron exclusivos del estado ni de los sectores más
conservadores de la sociedad, sino también se dio en sectores “progresistas” o
"liberales”, tal y como se puede observar en el programa del Partido Liberal
Mexicano, firmado por los hermanos Flores Magón y los Sarabia en 1906:
“La
prohibición de la inmigración china es, ante todo, una medida de protección a
los trabajadores de otras nacionalidades, principalmente a los mexicanos. El
chino, dispuesto por lo general a trabajar con el más bajo salario, sumiso,
mezquino en aspiraciones, es un gran obstáculo para la prosperidad de otros
trabajadores. Su competencia es funesta y hay que evitarla en México. En
general, la inmigración china no produce a México el menor beneficio.” (Programa PLM, 1906).
Fotografía del original del Programa del Partido Liberal Mexicano. Fuente: http://www.patrimonio.cdmx.gob.mx/ficha/22039/0/#prettyPhoto
El
Partido Liberal Mexicano justifica este punto como una “medida de protección” a
los trabajadores mexicanos en particular; sin embargo, si vemos las cifras de
la cantidad de personas que conformaban a la comunidad china en 1910, vemos que
eran 13,203 integrantes (Botton, 2008: 480), si se compara esta cantidad con la totalidad de la población en México que era de 15,160,369
personas (INEGI: http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/ccpv/1910/),
ni siquiera llega al 1%. Siendo así ¿en realidad representaban alguna amenaza a
los trabajadores nacionales?
Si
se recuerda que las peores manifestaciones raciales y xenófobas se
experimentaron en los estados al norte del país, allá la cantidad de chinos fue de 4,486 personas en 1910 (Botton, 2008:
480). Ese mismo año, durante las fiestas del centenario de la independencia, en
Torreón, Coahuila, en los tradicionales gritos de “¡Viva México!”, también
se gritaba: “¡Mueran los chinos!”. Al siguiente día, a varios negocios pertenecientes
a esta comunidad, se les vio con los vidrios rotos (Chong, 2015:2).
Para
el año siguiente, en las calles de algunos estados del país, una nota pegada en
los muros y postes decía:
“la
mayoría de nosotros los mexicanos conocemos a los chinos superficial y
someramente… pero pocos, muy pocos, somos los que los conocemos en la
intimidad, en su miserable vida privada… Los que a fondo sabemos el enorme
peligro que trae consigo las funestas consecuencias de su desarrollo en nuestro
suelo haremos campaña en su contra, sin temor a nada ni a nadie” (Treviño, 2008: 689)
De
nuevo, el gobierno mexicano fue advertido por otros gobiernos, sobre el peligro
de tolerar tales muestras de “racismo”, y aún así, guardó silencio.
En
la mañana del sábado 13 de mayo de 1911, cerca de las 10 de la mañana, el ruido
del galope de cientos de caballos anunció la toma de Torreón por parte de las
tropas maderistas. La toma fue sangrienta, 303 integrantes de la comunidad
china fueron masacrados en manos del ejército del “mártir de la
democracia”, es decir, de Francisco I. Madero. No conformes con ello, sus
propiedades fueron saqueadas y su bandera despedazada en la calle. (Chong, 2015:3)
El
reclamo del gobierno chino no se hizo esperar, le solicitó toda la información
de ese hecho al Secretario de Relaciones Exteriores: Francisco León de la
Barra, el cual juzgó de “exageradas” las noticias de aquella masacre. Según el
nuevo gobierno maderista, “los chinos habían muerto por atentar contra el Ejército
Libertador de la República” (Chong, 2015:3); sin embargo, con las investigaciones
posteriores se desmintió esa versión: los chinos no habían hecho nada. El gobierno chino exigió al mexicano que
expresara sus condolencias, que se desagraviara a su bandera y se indemnizara a
los deudos de los muertos. Nada de esto fue cumplido, al contrario, la “campaña
anti-chinos” continuó en México.
"No a la invasión", Fotografía de las protestas anti-inmigrantes en Tijuana. Foto: AFP.
Con
los gobiernos pos-revolucionarios, el racismo y la xenofobia se recrudeció. En
la búsqueda de una “identidad nacional”, el estado mexicano implementó medidas raciales como confinar a la comunidad china en especies de “ghettos”, además de haber prohibido el matrimonio entre chinos y mexicanas.
En esos años se llegaron a expulsar cientos de chinos, principalmente en el
norte del país; se formaron por ejemplo, grupos facistoides como los “Guardias
Verdes de Sonora”, “cuyo objetivo era la represión sistemática de la colonia
china […] detrás estaban políticos y comerciantes adinerados que aspiraban a
conquistar las posiciones que el comercio chino tenía.” (Velázquez, 2010: 71).
Si
para 1927 la comunidad china se conformaba de 26,000 personas, para 1940 su
población disminuyó a tan sólo 5,000 integrantes (Botton, 2008: 484).
Si
bien, en la actualidad la situación de la comunidad china parece ser muy
distinta, el racismo y la xenofobia brotan de diversas maneras, ya sea por un
partido de futbol, por una epidemia que se sufra en algún lugar del país
(recuérdese el virus de gripe AH1-N1, cuando se apedreaba a chilangos en
Acapulco), y ahora la caravana migrante, ello sin olvidar tampoco, el racismo
que ha sufrido la población indígena al interior del país. A veces sólo basta
un video en donde una persona (de miles), dice que se le hace indigno que le
den frijoles, para que la xenofobia salga visceral y fácilmente. Como se ha
visto en este breve relato, en México existe una oscura tradición racista y
xenófoba, que jamás fue combatida, al contrario, se ha disfrazado y consentido; abrirle las puertas a ello, puede costarle muy caro a la sociedad.
¡No al
racismo ni a la xenofobia!
¡Solidaridad
con la caravana inmigrante!
¡Los
migrantes no son criminales, son trabajadores internacionales!
¡Plenos
derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!
Bibliografía
BOTTON
Beja, Flora, “La persecución de los chinos en México”, Estudios de Asia y
África, vol. XLIII, núm. 2, mayo-agosto, 2008, pp. 477-486 El Colegio de
México, A.C., Ciudad de México, México.
CHONG,
José Luis, “La matanza de chinos en torreón”, 2015. En internet: http://www.joseluischong.mx/
TREVIÑO
Rangel, Javier, “Los hijos del cielo en el infierno: un reporte sobre el
racismo hacia las comunidades chinas en México, 1880-1930”, Foro Internacional,
vol. 45, núm. 3, 2005, pp. 409-444.
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“Racismo y nación: comunidades imaginadas en México
Estudios
Sociológicos, vol. XXVI, núm. 78, septiembre-diciembre, 2008, pp. 669-694
El
Colegio de México, A.C., Ciudad de México, México
VELÁZQUEZ
Morales, Catalina, “Xenofobia y Racismo: Los comités antichinos en Sonora y
Baja California, 1924-1936”, Meyibó, No. 1, Nueva Época, enero-junio 2010,
Universidad Autónoma de Baja California, Instituto de Investigaciones
Históricas, Tijuana, Baja California, México.
INEGI, “Tercer
Censo de Población de los Estados Unidos Mexicanos 1910”. En internet: http://www.beta.inegi.org.mx/proyectos/ccpv/1910/
Llevo 18 años viviendo en este país lo amo con todo mi corazón sobre este suelo hice mi vida trabajo a diario por mejorar las condiciones de vida de este territorio o por lo menos hago lo que puedo y aún así seguiré siendo la extranjera, no tengo las mismas oportunidades y hasta se me cuestiona cada mérito obtenido por qué en el sentir se lo arrebate a alguien así que si puedo asegurar que existe el racismo y la xenofobia por la búsqueda de un falso nacionalismo.
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