Olvido y memoria: La Cabaña Acaxochitlán, Hidalgo.

A Víctor y Rosangel.



Se podría decir que la memoria y el olvido son dos polos distintos y antagónicos. Sin embargo la experiencia que tienen a diario los seres humanos con estos dos conceptos es compleja y paradójica. Si bien la memoria a veces se convierte en una lucha abierta y franca contra el olvido, o  viceversa, el olvido en el deseo de alguien esclavo de la memoria: estos dos conceptos son complementarios, es decir dependen de su contrario para existir. Darse cuenta de ello por una experiencia espacial es muy singular y es muestra de la fuerza emocional y psíquica que puede provocar la arquitectura. He recurrido a la palabra “arquitectura” no tanto para referirme a sus características funcionales, materiales, formales, etc.; sino más bien para hacer énfasis en el espacio y la singularidad que puede albergar, en la “excepcionalidad” como una categoría cargada de elementos místicos y emotivos: en fin, a la arquitectura como un recorrido y una experiencia estética que remite al concepto laberíntico de Walter Benjamin:

"El laberinto es patria del que vacila. El camino de aquel a quien espanta el auténtico logro de la meta trazará fácilmente un laberinto."
"Se señalaban, en la antigua Grecia, sitios que bajaban al submundo. También nuestro existir de la vigilia viene a ser una tierra donde, por huecos casi imperceptibles, se puede descender a ese submundo, donde se abren espacios por los cuales desembocan los sueños. Pasamos ante ellos diariamente sin sospechar siquiera su existencia mas, al llegar el sueño, en seguida tratamos de atraparlos dando apresurados manotazos, hasta que finalmente nos perdemos entre sus oscuros corredores. El laberinto de casas que conforma la red de las ciudades equivaldría a la conciencia diurna; los pasajes (que son las galerías que llevan a su existencia en el pasado) desembocan de día, inadvertidamente, en esas calles. Pero después, al llegar la noche, bajo las ciegas masas de las casas de nuevo surge la espesa oscuridad.”
Walter Benjamin

Fui invitado por un amigo a una fiesta familiar en un pueblo llamado San Pedro en el estado de Hidalgo. Al salir de la Ciudad de México, el sol y el cielo azul parecían una promesa cercana. Unos kilómetros antes de pasar por Tulancingo (Hidalgo), el cielo se oscureció y el viento empezó a soplar sus heladas bocanadas. Fue muy peculiar ver los rayos del sol salir de un pequeño agujero en el cielo y alumbrar a un arcoíris que nacía justo en Tulancingo. Esta escena de la naturaleza fue espectacular y son esas instantáneas que acompañan para siempre a los viajeros observadores. El frío fue el primero que nos recibió en San Pedro. Al bajar del carro cada quien buscó todo lo que fuera necesario para evitar que el sufrimiento fuera un impedimento para divertirse en la fiesta: chamarras, guantes, gorros, etc.
Los anfitriones tenían la fama de ser espléndidos y así lo demostraron. Comida, bebida y buen trato fue lo que recibimos. En la madrugada al terminar la fiesta (con pena acepto que soy de los últimos en salir), nos dirigimos a unas cabañas rumbo a Acaxochitlán. La oscuridad hizo del camino un misterio efímero, solo el amigo que me invitó sabía exactamente a dónde íbamos. El carro se desvió a la derecha y paramos inmediatamente. Una gran reja metálica fue alumbrada por los faros del auto. De pronto una persona se acerco del otro lado y tras decirle que íbamos a quedarnos en las cabañas nos abrió con ese sopor que consiente el sueño y el frío juntos. Entramos al carro y nos dirigimos a la profundidad de un camino pedregoso. Para mí todo era un misterio etílico. Continuamos brindando gracias a las provisiones que aún teníamos. Sin embargo el frío y en lo personal, algunas desveladas días antes, hicieron que el sueño fuera más grande que las ganas de seguir platicando con los vecinos de la cabaña contigua.
El conjunto en el que nos quedamos se distingue por un pasillo arcado que permite el acceso a cada habitación. La cabaña tipo en la que nos quedamos consta de dos habitaciones amplias, cada una con una cama matrimonial y una individual; un baño igual de amplio, y una chimenea. Rápidamente nos dimos cuenta de que la chimenea no era un ornamento folclórico. Sin embargo, he de decirlo, el material con el que está hecho el piso no ayuda a revertir el frío, es más lo recrudece. Unas por otras, la chimenea al menos a una recámara le daba calor, a la otra era el cuerpo de al lado y las cobijas.

Fotografía: Rosangel Martínez

Al despertar lo primero que hicimos fue salir al sol. Es una experiencia grata el llegar a un lugar de noche, escuchar los sonidos de alrededor e imaginarse un paisaje en la oscuridad. El día mostró la desnudez del sitio, su verdadero rostro y no fue decepcionante, sino al contrario. Con sorpresa vi que justo al lado de nuestra cabaña había una torre pétrea coronada por una losa ondulada y una chimenea metálica, como si fuera el sombrero de un espantapájaros en la imaginación del Quijote de la Mancha de Cervantes Saavedra. La torre cuenta con una especie de atrio frente a ella, permitiéndole una mayor y mejor visibilidad e imprimiéndole a su vez la paradoja entre lo sacro y lo secular. De hecho una campana adorna el umbral del acceso y una pila bautismal yace en medio del patio. En la parte baja hay una puerta metálica que resguarda lo que alguna vez fue un agradable bar rústico. 


Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type= 

Fotografía: Rosangel Martínez

Fotografía: Rosangel Martínez

Fotografía: Rosangel Martínez

Un puente en la parte trasera de este edificio y que parece ser una delgada lengua que sale del cerro, sirve para conectar a un pequeño mirador en la parte superior de la torre, en donde se puede contemplar un sector de este boscoso lugar.

 Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3 

No pude soportar las ganas de subirme, para ello tuvimos que caminar y subir por una pequeña calle. A partir de ese momento, el lugar nos mostró sus secretos.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3 

A lo lejos divisamos unas cabañas, las cuales, me comentaron, se encontraban abandonadas. A la distancia no se veían en tan malas condiciones, sin embargo en cuanto nos fuimos acercando, el abandono se manifestó en escombro y moho. Al asomarnos en la ventana de cada una de las cabañas, su interior nos remitió a escenas apocalípticas: muros derruidos, muebles rotos, colchones desnudos y húmedos, hojas de papel tiradas, etc.

Fotografía: Rosangel Martínez

Fotografía: Rosangel Martínez

Pudimos entrar a una. Sobre la repisa de la chimenea se encontraba una caja musical, de esas que tienen en su interior a una bailarina de ballet. Se encontraba abierta y rota. La bailarina era un mudo testigo del destrozo del tiempo. En otras repisas había muchos libros estropeados por la humedad, en su mayoría eran de medicina y computación (ya inservibles para la actualidad). De una pequeña mesa me llamó la atención el brillo de unas llaves y sentí mucha nostalgia, llaves de una puerta que jamás encontrarán, llaves que jamás abrirán nada ¿Quién las habrá olvidado? ¿Quién no pudo abrir la puerta?

Fotografía: Rosangel Martínez

Fotografía: Rosangel Martínez

En la recámara había dos colchones, uno de ellos ya se encontraba destruido, como si un animal lo hubiera rasgado. Pudimos ver en su interior resortes oxidados como intestinos putrefactos. Salimos de la cabaña consternados, pero seguimos caminando. Otro conjunto de cabañas se nos presentó. Las condiciones materiales en las que se encontraban eran favorables. Tan sólo una tenía un vidrio roto, pero su interior no mostraba mayor descuido. De pronto un gato asustado nos salió al paso y desapareció entre la maleza.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3 

Continuamos caminando hasta llegar al puente que buscábamos minutos atrás. Lo cruzamos y llegamos por fin a la parte alta de la torre. El techo ha de tener menos de dos metros de altura, lo cual contrasta con la amplitud del paisaje que aparece frente al edificio. Rodeamos el tiro de la chimenea metálica del interior, así como el balcón. Era como un juego de descubrir distintos espacios. Cada uno de los que nos encontrábamos ahí ganó el juego. Regresamos a la cabaña por otro lugar, pasamos unas canchas de basquetbol, una zona para hacer fogatas con bancas de concreto alrededor, un salón y una gran cocina. Nos sorprendieron los candelabros que colgaban del techo. La herrería nos mostró el cuidado con el que fueron hechos. En cada sitio había sorpresas esperando ser encontradas. También vimos lo que era otro bar, aunque de menor tamaño, un salón de juegos con varias mesas de billar y un Squash. Todo cerrado y con la apariencia de haber sido abandonado.

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3 

Fotografía: Rosangel Martínez

Decidimos partir, antes de hacerlo entramos al restaurante que hay en la entrada de este lugar, si bien mi amigo ya lo conocía y ya había comido en él, quiso mostrarme su interior. Fue el único lugar en donde había gente. Sin embargo al subir al siguiente nivel, otra vez el abandono nos mostró su rostro. Son diversas la salas que hay en ese piso, pero todas vacías, tan sólo dos antiguos pianos acompañan su soledad.  En la sala más grande pudimos ver sobre la estructura de madera firmas de familias que dejan a la posteridad el recuerdo de su visita. Pareciera que alguien les dijo que firmaran en ese lugar. Subimos por unas escaleras con un techo muy bajo y llegamos a un pasillo exterior. El olor que emanaba del lugar era delicioso. Del lado derecho había un salón vacío con una chimenea en medio. Hasta el fondo, una gran olla metálica era calentada a fuego lento por una estufa. El olor era conocido, tal vez era mole de olla, pozole u otra cosa lo que se calentaba. La oscuridad del interior hacía que nuestras sensaciones vacilaran como si estuviéramos en un sueño misterioso. Pero ese olor revertió la angustia. Salimos y continuamos el recorrido en aquel pasillo. Llegamos a una terraza techada. El plafón era de fragmentos de troncos de árbol y la forma de la losa era geométricamente compleja, como los techos de la cultura tradicional japonesa. Nuestros amigos fueron por nosotros, al parecer ya nos habíamos tardado. Mis sentimientos vacilaban entre la nostalgia, la angustia y la incertidumbre. Al parecer un grito surgía del helado viento: ¡abandono!

Fotografía tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3 

Antes de irnos platicamos por poco tiempo con un señor que atendía una pequeña tienda en el interior del restaurante. Nos comentó que el lugar había sido fuertemente castigado por la construcción de la nueva supercarretera México-Tuxpan, ya que al estar este sitio sobre la carretera vieja, son pocas las personas que lo visitan, a tal grado que las repercusiones económicas han sido desastrosas, impidiendo el mantenimiento de la mayoría de este conjunto. Lo único en funcionamiento al menos en esta temporada (principios de invierno) son unas cuantas cabañas y el propio restaurante, lo demás el tiempo lo ha mermado.
Este emotivo recorrido me dejó marcado. Reconocí la insistencia de mi amigo para que visitara este lugar; la alegría de una familia que después de años de ausencia, regresa a descansar y recordar lo que alguna vez habían sido los “años dorados” de La cabaña. La nostalgia me consumió, el olvido y la memoria juntos se reflejaron en los ojos de las indígenas que vendían juguetes de madera en la entrada, parecían mudamente agradecer la visita. He de regresar pronto y encontrar el lugar funcionando completamente: jóvenes utilizando el bar y escuchando buena música, familias jugando en las canchas, niños corriendo por las pequeñas calles y columpiándose en los árboles, parejas haciendo el amor en las habitaciones, encuentros inesperados, en fin un sembradío de relaciones sociales; y yo observando todo por un momento, meditando alegremente sobre cosas inverosímiles y porqué no, con la nostalgia de que es cierto y de que estas letras fueron sólo una mala racha para este lugar y la tristeza un estadio corto y pasajero en mi vida.
En este lugar la arquitectura ha dado una muestra de la forma en que la diversidad de espacios y su relación con el paisaje, crean un conjunto laberíntico, por ende lúdico y onirico, que es menester conocer. Invito a que los lectores visiten La cabaña y con ello cambien las condiciones de este agradable y peculiar sitio.

Imagen tomada del Fecebook del sitio en:
http://www.facebook.com/media/set/?set=a.106116589456371.9681.100001740923236&type=3

Nota: Si alguien quiere visitar este sitio y reservar, estos son los teléfonos actualizados: 01 77 675 22 250 y 045 775 14 85 785
Israel Meneses Vélez.
México, diciembre de 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario