Crónicas Industriales I





Aún no dan las 6 de la mañana, pero la oscuridad promete partir en cualquier momento. Los olores salen junto al vapor que emana de los puestos de comida que comienzan a poblar las banquetas. Por ahí camina la clase obrera, sus pasos rápidos e imparables recuerdan que por cada minuto tarde, su salario es mermado significativamente. “¡Prensa obrera!”, se escucha en una plaza afuera de la estación del metro. Detrás de aquella voz, pareciera resumirse una larga historia de lucha de clases. En algún momento, en cada salida del metro, las voces se multiplican: “¡sobre la farsa burguesa de la cuarta transformación! ¡Las trabajadoras de Yakima en Estados Unidos nos están dando una lección de lucha!”. De una de las calles que rodean la plaza, llega un trabajador de corta edad y con un cubreboca de calavera. Se sienta en una agrietada banca de concreto y descansa por un rato. Su mirada coincide por momentos con la de la persona que grita. Después de unos minutos pregunta: “¿me puedes mostrar uno?”, al recibir la prensa, sus ojos parecen abrirse aún más, “¿tienes otros?”, tiene hambre, otro tipo de hambre. “Trabajo en una fábrica de colchones, acabo de salir, trabajé toda la noche, ¿se ve en mis ojos?”. Tiene los ojos muy rojos. Poco a poco su confianza va cediendo. “La semana pasada un compañero se fue antes de terminar su turno, dicen que tenía Covid… no ha venido en toda la semana”. Después de aquella charla, se quedó un rato más leyendo en la banca. El sol comenzó a mostrar los detalles de los rostros que llegan y se van a la hora del cambio de turno; el rostro de los imprescindibles, de quienes algún día harán justicia.


















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